El castigo y el perdón

Tenía de escribir un post sobre una actividad que Izan y yo hicimos hace unas semanas pero no sentía ganas de escribirlo. Quería compartir otra cosa, lo que estoy estudiando. Ahora que me he formado como educadora de Disciplina Positiva para familias, estoy leyendo el libro «Disciplina Positiva» de Jane Nelsen y, tengo de decir, estoy encantada. Tanto que tengo de compartir con vosotr@s.
Estoy todavía a principio, pero es que Jane escribe tan bien, como si estuviera charlando contigo, que es como más me gusta en libros de este estilo, me siento muy cómoda y lo mejor, muy identificada. Y veo como la Disciplina Positiva es compatible con Montessori, como sus valores son los mismos.
Ahora mismo he leído sobre el castigo (tema que da mucho sobre que escribir y que seguramente volveré a abordar aquí muchas veces):

«Mucha gente cree fervientemente que el rigor y el castigo funcionan. Estoy de acuerdo. Nunca diría que el castigo «no funciona». El castigo «funciona» ya que detiene inmediatamente una mala conducta, pero ¿cuáles son sus resultados  largo plazo? A menudo nos dejamos engañar por los efectos inmediatos, pero a veces debemos tener cuidado con «lo que funciona» si el producto final es negativo. La consecuencia resultante de los castigos es que los niños generalmente adoptan una o las «Cuatro Erres» del castigo:
1 – resentimiento («esto es injusto»)
2-revancha («ellos ganan ahora, pero ya verán más tarde»)
3-rebeldía («haré exactamente lo contrario para probar que no tengo que hacerlo a su manera»)
4-retraimiento («la próxima vez no me atraparán»; «soy una mala persona»)
Los niños no están conscientes de las decisiones  que toman cuando son castigados. Sin embargo, el comportamiento que sigue el castigo se basa en decisiones subconscientes. Un niño puede decidir subconscientemente: «soy una mala persona» y continúa actuando como tal (…) De dónde sacamos la loca idea de que para hacer que los niños se porten mejor, primero debemos hacerlos sentirse peor?»

Quizás pensamos que debemos hacerlos sentirse peor porque fue lo que aprendemos. Al largo de 20, 30, 40 años de existencia, fue lo que escuchamos. Cuantas veces escuché a mi madre, a mi padre, a mi profesora, o algún otro adulto que conocí al largo de mi vida al discutir con mi hijo. A veces sale incluso la frase exacta. Y después pensé: «madre mía, cómo eso me vino a la boca? Si escuché hace tantos años. Donde esto estaba? Y por que ahora sale?»
Vemos en nuestros hijos, en nuestros nietos, sobrinos, vecinos, alumnos, el niño o la niña que un día fuimos. Y es inevitable, especialmente si crecemos en una familia muy severa, repetir los modelos. El cerebro, este órgano tan increíble que nos hace únicos entre todos los animales de la Tierra, es tan perfecto que tiene algo llamado células espejo, que empiezan a funcionar cuando nuestras cabezas son aun cabecitas con lacitos o gorras. Son esas células espejo que hacen que repitamos lo que estamos viendo, que absorba el ambiente, que aprendamos. Pero no es solo eso: son ellas que hacen grabar a ferro e fogo (a hierro y a fuego), como decimos en portugués, por toda nuestra vida, aquello que vemos, absorbemos y aprendemos en nuestros primeros años. Y por eso repetimos las frases exactas de nuestras madres y nuestros padres, mismo tras 30 años y cuando creíamos que estaba todo olvidado.
Es algo absurdo hacer alguien sentirse peor para después portarse mejor, hoy lo sabemos. O estamos aprendiendo. Pero es recordando este niño o esta niña que un día fuimos que podemos transformarse. Debemos perdonar a nosotros mismos, debemos aceptar que lo pasado no puede cambiar, pero sí podemos actuar de manera distinta de ahora por adelante, aunque eso sea difícil, aunque nos obligue a caer 100 veces, y nos levantemos 101. O más. Y no, no solamente por nuestros hijos. Pero también por todos los niños y niñas. Por el mundo. Por nosotros mismos.
Si te ha gustado este post, te recomiendo que leas también Suficiente, del Lar Montessori. Está en portugués pero puedes traducirlo con el Google Translator, y garanto que vale la pena.
 
Por qué crees que los adultos están tan anclados al castigo y a los insultos? Te reconoces en este post? Te gusta la Disciplina Positiva? Espero tu comentario! Y si crees que este post puede ser útil a tus amigos, no olvides de compartirlo en tus redes sociales.

Alessandra Mosquera
nuestrosmomentosmontessori@gmail.com

Alessandra Mosquera es periodista, asistente Montessori AMI 3 a 12 años y educadora de Disciplina Positiva para famílias y maestros formada por la PDA. Vive en Madrid, España, hace 18 años con su marido Ernesto, su hijo Izan y Moon, su perro Jack Russell. Le encanta pasar las tardes viendo una película con sus chicos con una mantita y un bol de palomitas.

1 Comment
  • Pingback:Cómo puedo evitar de castigar a mi hijo
    Posted at 21:36h, 09 abril Responder

    […] pregunta que me llega muchas veces por las redes sociales. Es una preocupación constante y común. Todos ya sabemos que castigar no es bueno y no es eficiente. Ninguno de nosotros nos sentimos bien al castigar. Te gusta gritar a tu hijo, pegarle, dejarle sin […]

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