11 Oct Empezamos instituto
Esto es, amigos y amigas. El tiempo pasa volando. Parece que fue ayer que contaba aquí nuestras primeras (des)aventuras con la escuela primaria… pues este año Izan empezó el instituto.
Tras tres años (si no me equivoco) intentando cambiarlo para el sistema público, por fín conseguimos una plaza en un instituto público de nuestra localidad. Antes Izan estudiava en un colegio concertado, donde estuvo de primero de Infantil hasta el sexto año.
Ya estamos casi a mitad de octubre y pensé que era el momento de contaros como está siendo la transición de sistema y también de etapa educativa. La verdad que fueron muchas novedades para él y para nosotros y todavía estamos en fase de adaptación. Además, observo que la etapa de Segundo Plano está terminando y a cada día veo más señales de la adolescencia en Izan, lo que para mí es un poco como duelo, un poco como expectativa para saber lo que viene…
Está siendo una etapa de muchas novedades y con mucho a adaptarse y está costando, como es natural, ¿verdad? Creo que de eso se trata la maternidad, especialmente cuando solo tenemos un hijo: una serie de experiencias nuevas a que tenemos que acostumbrar.
El final de Primaria
El sexto año fue difícil para nosotros, como todos los anteriores. Aunque Izan era feliz en su colegio, con sus amigos (con quién estaba desde que tenía 3 años) y con sus profesores (bueno, algunos de ellos, no voy a mentir), decidimos que era el momento de probar por la última vez cambiarlo al sistema público y a un insti cerca de casa porque para nosotros era importante que él tuviera amigos en nuestro municipio (Izan tiene casi 12 años y no tiene amigos aquí), que estudiara con niñas (sí, su colegio era de educación diferenciada), que pudiera tomar el autobus solo, y especialmente, teníamos la esperanza de encontrar en el sistema público profesores más interesados en el aspecto humano que en el académico. Por supuesto el académico es muy importante, pero fueron casi diez años de mucho académico y poco humano, y eso sentíamos falta.
Tuvimos una charla con Izan y preguntamos que le parecía cambiar de colegio. Él fue muy favorable y estuvo de acuerdo con nuestros argumentos. Además, no tener de llevar uniforme, poder comer en casa y llevar 15 minutos de trayecto en autobus y de caminata (en lugar de 45 minutos que llevábamos con su primer cole) también tuvieron su peso.
En algún momento él comentó que echaría de menos a sus amigos, pero luego recordó que siempre podría hablar con ellos al jugar en linea entonces tampoco fue algo tan doloroso.
A los últimos meses de clase, pensamos que Izan suspendería de curso porque no conseguía mejorar sus notas en matemáticas aunque haciendo refuerzo como extraescolar en su colegio. Sus notas en inglés tampoco eran una maravilla. Al final conseguimos mejorar en inglés pero en mates suspendió. Su tutor, que también daba clases de Lengua, nos comentó que parecia que él «había tirado la toalla». Por fín, al recoger sus notas, le comuniqué que Izan se mudaba de colegio y él me pareció sorpreso y sinceramente triste. Expliqué que deseábamos que Izan hiciera amigos cerca de casa y por la logística familiar y él nos deseó suerte.
Las primeras semanas de insti
Cuando por fín empezaron las clases, acompañé a Izan en autobus por las primeras dos semanas para que se fuera acotumbrando con las paradas. Los primeros días era de mucha novedad y expectativa. Izan hizo amistad con un chico de su clase luego en el primer día, pero los demás días fue algo complicado. Hubo un día en que el chico no estuvo con él en el recreo. Izan estuvo solo, «sentado mirando al cielo», me dijo. Ese día sí que me dijo que no le gustaba el «nuevo cole» y que quería volver al anterior. «Me dijiste que aquí haria más amigos, pero nunca tuve tan pocos», se quejó conmigo.
Mi hermana, que es profesora de chicos de la misma edad que Izan, me aconsejó darle algún libro de esos que enseña a dibujar al estilo japonés, como los manga, que están muy de moda entre los preadolescentes. «Quién sabe si algún chico le ve dibujar en el recreo, se interesa y se acerca para hablar con él», Seguí su consejo, pero compré una revista que enseña a dibujar pokemons (Izan no es mucho de manga). Justo cuando Amazon la trajo, él me contó, todo feliz, que en aquel día había conocido dos chicos más.
Esas dos primeras semanas fueron complicadas por el tema «amigos», pero de resto fueron fáciles porque Izan estaba conociendo los nuevos profes y dijo que eran todos muy simpáticos y amables, y que el profesor de refuerzo de mates era muy paciente con él y estaba logrando enseñarle cosas que su profe de quinto y de sexto no logró enseñarle (así que mi hijo había tirado la toalla, no? Ya, ya). Hasta que decidieron cambiarle de clase.
El cambio de clase
En la primera semana, los chicos tuvieron de hacer exámenes de Lengua, Matemáticas y de Inglés para que los docentes pudieron saber «en dónde estaban pisando» y, de acuerdo con los resultados, decidieron que era mejor separar algunos chicos y chicas de las clases dónde estaban para otras que, supongo, ellos creen que podrán seguir mejor. Izan fue uno de los que han tocado cambiar de clase y no llevó nada bien.
Llegó a casa muy enfadado, dando portazos (cosa que él nunca hizo antes), diciendo que el instituto era una m…da y que no quería volver nunca más. Cuando explicó porque entendí porque estaba tan enfadado, le dije «lo siento mucho que te hayan cambiado de clase, a mí tampoco me haría ninguna gracia, justo ahora que estabas formando un grupo de amigos. Pero no podemos hacer nada, cariño. Estoy segura que también harás amigos en esta nueva clase y podrás quedar con los otros chicos en el recreo.»
Me ha salido la educadora de Disciplina Positiva que llevo dentro pero no fue fácil. «No! No haré amigos! Quiero continuar en mi clase!», rebatió Izan, muy dramaticamente, lo que me hizo pensar: «Dios mio, esto es la adolescencia? Lo que me espera…» 😉
Bueno, pues en tres dias él ya tenía nuevos amigos en la nueva clase. Está estableciendo una amistad con una niña amante de «creepy pasta» (que no tenía ni idea de lo que era pero Izan me lo explicó – otra señal de la adolescencia) que parece ser muy parecida con él. Además, vuelve a casa en autobus con uno de los chicos de su anterior clase. Entonces parece – parece – que las cosas están más calmas.
Termino este post por aquí porque ya está enorme, y creo que logré en transmitiros los primeros días de instituto de Izan. Todavía no tuvimos tutoría entonces no puedo contar mucho sobre los profesores y estilo educativo. Lo que a mí me ha gustado mucho, hasta el momento, es que hay una clase extra muy interesante que se llama Atención Educativa, donde, según Izan «es para hablar de nuestros sentimientos». Si es eso de verdad, me alegra mucho saber que hay una preocupación con el aspecto humano de los chicos, era algo que sentí mucha falta en su anterior colegio.
Pues nada, el Niño Inmaduro creció, llegó a la ESO. No es el mejor alumno del mundo pero tampoco es el peor, como me habian dicho que seria. Hay esperanza. Mucha.
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