niño mirando paisaje

Rabietas tras los 6 años: cómo entenderlas y solucionarlas

Nunca escribí sobre las «rabietas» (odio esta palabra, pero bueno, para que me entendáis). Pensaba, ingenua de mí, que al centrarme a familias con niños mayores de 6 años, no sería necesario, sería una «etapa superada». Pero esta semana, mi hijo de 8 años tuvo un episodio, y me di cuenta de que sí, todavía es importante hablar sobre ese tema. Porque de la misma manera que supuse que ya no nos pasaría más, quizás al otro lado de la pantalla hay alguien en la misma situación.
Es más, al buscar en Google «rabietas en niños de 6 años» encontré muchísimos enlaces, incluso algunas webs de psicólogos que decían que es muy común que los niños en esa edad vuelvan a presentar «rabietas» porque «es una edad de rebeldía», «está preparándose para separarse de la madre» etc, etc. No voy entrar mucho al trapo. Lo que sí me sirvió es saber que hay mucha gente del otro lado interesada.
A mí no me gusta hablar mucho sobre las «rabietas» porque me parece que es algo que los adultos inventaron para hacer los niños inferiores. Me explico, cuando estás, por ejemplo, en un centro comercial y ves una madre o un padre con un niño pasando francamente mal, gritando, llorando… que escuchas muchas veces, si estás acompañada? «Mira, este niño está teniendo una rabieta», y dependiendo de la persona, puede que se ría, o que mire a los padres en cuestión como unos inútiles, que mire al niño como si fuera un animal rabioso… algunos incluso pueden decir: «es por eso que nunca tendré hijos». Ya te ha pasado?

Cambiemos «rabieta» por «desesperación»

Recuerdo de un comercial (vídeo abajo), en que un niño colocaba una bolsa de patatas en un carrito de supermercado. La supuesta madre lo miraba con desaprobación. Entonces, él se ponía a gritar. La «madre», como respuesta, también se ponía a gritar, imitando al chico, como si le dijera «yo también sé dar espectáculos, guapo». Recuerdo que escuché muchos adultos diciendo que la actitud de la actriz era perfecta.

En la época que este comercial fue exhibido, todavía no era madre, no conocía a Montessori, tampoco la Disciplina Positiva, pero me pareció terrible que muchos conocidos dijeran que el comercial era divertido y que la «madre» estaba certísima y que todos deberíamos hacer lo mismo. «Los niños, lo que quieren, es llamar la atención».
Maria Montessori llamaba la «rabieta» por otro nombre: desesperación (o también revuelta). Porque es eso lo que es. El niño está desesperado, pasando mal, está sufriendo. No es un animal salvaje, tampoco un mal educado. Vivimos en un mundo adultista, y, como tal, el niño es visto así: un ser inferior.
¿Alguna vez te sentiste desesperada? Puede que te encontraste en una situación incómoda donde no encontrabas salida, ninguna solución. ¿Recuerdas cómo te sentiste? Pues es eso lo que pasa con este niño llorando tan alto en el supermercado. A lo mejor estará con hambre, cansado, o puede que no esté recibiendo atención a una necesidad (necesidad de autonomía, de moverse…), que eche de menos a su madre, su casa… hay muchas razones para ocurrir la desesperación de un niño y es verdad que en la primera infancia es más común porque todavía no tienen maduración suficiente. Pero también puede pasar con los mayores. Hasta con los adultos.
Cuándo decimos: «este niño está teniendo una rabieta», lo que muchas veces ocurre es que colocamos la responsabilidad sobre los hombros del niño. «Es cosa de niños», «es que son así», «es que quiere llamar la atención», «es de la edad» etc. Pero si cambiamos de discurso para «este niño está desesperado», ¿que efecto causará? ¿Que pensarías si alguien te lo dijeras? Lo más probable es que intentarías ayudar a este niño, verdad?

¿Por qué los niños de 6 años (o más) pueden desesperarse?

Puede ser por algún problema en el colegio (bullying, castigos, dificultades de aprendizaje), por estrés (hay chicos que llevan una agenda tan cargada cuanto los adultos, con varias extra escolares), por agotamiento físico (¿duerme lo suficiente? ¿usa demasiado a las pantallas?), o por no tener una necesidad cubierta (atención, escucha, tiempo de calidad con sus padres, necesidad de autonomía despreciada etc).
En Disciplina Positiva hay la idea del iceberg: los adultos solo ven lo que está en la superficie (el comportamiento del niño) y no ven lo que está hundido (las necesidades que no son atendidas).  Muchas veces no observamos. Estamos muy ocupados, jornadas enormes de trabajo, atascos, exigencias por todas las partes. Nuestros hijos también tienen lo suyo: horas sentados a pupitres, escuchando explicaciones aburridas, gritos de profesores contra compañeros… la comida del comedor no es sabrosa, las actividades extra escolares cansan, y hay los deberes, los exámenes…
Llegamos a casa – por fin! El momento de descansar y conectarse. Sin embargo, lo que ocurre, en muchas ocasiones, es distinto. El niño desea hacer actividades que le interesan (jugar, por ejemplo), quiere moverse (y corre por la casa, salta en el sofá), quizás desea autonomía. Y desea la atención y el cariño de sus padres. Pero lo que recibe son más órdenes: «vete a ducharte», «cámbiate de ropa», «no dejes tu mochila ahí», «deja de hacer esto»… y es cuándo pueden ocurrir las explosiones (las «rabietas»), porque, diferente de un adulto, un niño no sabe aún cómo controlar sus emociones.
Recomiendo que estés pendientes de cuántos «no´s»  dices a tus hijos y que controles las órdenes. Sé que es difícil, no quiero que te sientas culpable, a mí me ha pasado también. Somos humanos y vamos caer siempre, pero tenemos de levantar, reconocer, pedir perdón si es necesario e intentar hacer distinto la próxima vez. Si hay algo de bueno en esta experiencia, es que sirve de termómetro para que una se de cuenta de lo cuanto está agobiada y necesitando también parar un poco.
La experiencia de esta semana me ha valido para pensar que hace mucho que no nos conectamos y que necesito relajarme. Quizás esté necesitando auto cuidado, no lo sé, pero estoy en ello. En fín, lo bonito de todo eso es que, mientras ayudas al niño, de manera automática, también ayudas a ti misma.
Comparta este post si te ha gustado y crees que puede ayudar a más personas. Y si vivisteis una experiencia similar y crees que puedes darnos algún consejo más, no olvides de dejar en comentarios. Muchas gracias.
 
 

Alessandra Mosquera
nuestrosmomentosmontessori@gmail.com

Alessandra Mosquera es periodista, asistente Montessori AMI 3 a 12 años y educadora de Disciplina Positiva para famílias y maestros formada por la PDA. Vive en Madrid, España, hace 18 años con su marido Ernesto, su hijo Izan y Moon, su perro Jack Russell. Le encanta pasar las tardes viendo una película con sus chicos con una mantita y un bol de palomitas.

2 Comments
  • Milly García Gallardo
    Posted at 17:06h, 10 octubre Responder

    Gracias por este post. Mi niña a la semana de cumplir 8 volvió a las «rabietas». Ahora tiene 9 años 5 meses y la verdad no había fin de semana que algo no la desbordara y terminemos en esa situación ambas. Reconozco que es mi culpa, quizá la consiento demasiado o cedo a sus caprichos fácilmente…aún así trato de controlarme, entenderla, ponerme en su lugar, entender que le está faltando o que necesita realmente. En fin hay días y días.

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