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Un año de paz

Hoy es el primer día de 2019, también el primer post del año. Me gustaría hablar sobre la paz, esta palabra que está de moda y que vemos por todas las partes, pero nunca paramos para pensar exactamente qué significa.

Maria Montessori vivió dos guerras mundiales y la guerra civil española. También vivió en India mientras Italia era dominada por el fascismo y tuvo a su hijo en un campo de concentración.

Ella vivió la guerra en muchas ocasiones, y no es para menos que escribió tanto sobre la importancia de la paz y cómo creía que el Niño, solamente el Niño, sería capaz de traer la Paz a la humanidad.

Su «método» – ella misma decía que no había creado ninguno – nunca tuvo como objetivo «criar pequeños genios» o futuros CEO´s de grandes multinacionales. Incluso, diría que si Maria Montessori viera lo que algunos de sus alumnos de nuestra época están haciendo con sus compañías, creo que no se sentiría muy feliz. Lo que ella quería era criar un mundo nuevo, que por fin la verdadera Paz reinara la Tierra, por medio de los niños.

Paz como ausencia de guerra

En su libro «Educación Para la Paz» (1950), Maria Montessori dice que lo que entendemos por paz es, la verdad, la ausencia de la guerra. Y la guerra, ella define de una manera poética, hermosa incluso, y tan verdadera:

La guerra se podría equiparar con un  incendio de un palacio repleto de obras de arte y tesoros valiosísimos. Cuando el palacio se queda reducido a un montón de cenizas humeantes, el desastre físico es total, y el humo sofocante que despiden las cenizas y que impide respirar puede compararse con lo que el mundo entiende generalmente por paz. (Maria Montessori)

La guerra destruye un país, sus monumentos naturales y los construidos por el hombre, mata personas y animales… tantas oportunidades que desaparecen  a golpe de fuego.

Como el humo tras la caída de la bomba, es la paz tras la guerra, solamente la ausencia del conflicto. Puede que dure años, pero sigue siendo la ausencia de la guerra.

En esta misma obra, Montessori habla sobre el hombre moderno. Comenta como es un ser que no se satisface, que come mucho, cuando lo correcto sería que lo hiciera con moderación, por su salud. En los días de hoy, diría que el hombre actual no solo come muchísimo, como consume muchísimo, y eso causa que se desconecte del mundo y de sí mismo.

El Niño: el único que puede salvarnos

¿Y quién puede salvar a este hombre perdido, destruido, desconectado, sin esperanza, sin fe? El niño, el único que tiene el secreto de la verdadera Paz.

«Debemos estudiarlo (al niño) no como una criatura dependiente, sino como una persona independiente, que ha de ser considerada en términos de su proprio ser individual. Debemos tener fe en el niño como si fuera un mesías, un salvador, capaz de regenerar la raza humana y la sociedad. Debemos lograr el dominio de nosotros mismos y humillarnos a fin de aceptar esta idea, y luego encaminarnos hacia al niño, como los Tres Reyes Magos, llevándole regalos y poderes, siguiendo la estrella de la esperanza.»

Me encanta esta frase. ¡Es tan actual! Ya se han pasado casi 70 años y todavía no hemos aprendido. ¡Pero aún podemos cambiarlo!

El día que dejemos de ver en un niño un ser pequeño, inferior, que por tener menos experiencia y menos fuerza física, entonces «vale menos«;

El día que dejemos de ver el niño como un ser que «solo sirve para estorbar» estorbar la cena del restaurante, el vuelo en avión, la sesión de cine, una vuelta en ascensor de un hotel, los pasillos de una cafetería; a punto que nosotros mismos, sus padres, le callamos con una pequeña pantalla en sus manos;

El día que dejemos de acreditar que sus cerebros tan voraces y tan perfectos son cubos que necesitan ser rellenados con conocimientos (y dale memorizar ríos, países, capitales, tablas de multiplicar etc, etc, etc);

El día que dejemos de tratar a los niños y adolescentes como seres rebeldes que necesitan aprender a obedecer y la verdad es que, lo que  hacemos es transformarlos en un tornillo más en la máquina del sistema;

En el día en que nos humillemos delante de este pequeño, y a la vez, tan grande ser, que nos arrodillemos delante de él o de ella, callados, con nuestras manos paradas, y solamente con los ojos y oídos muy abiertos para observarles, y que sencillamente les dejemos ser como son;

Y el día que en que le regalemos, como los Reyes Magos hicieron al Niño Jesús, nuestra paciencia, amor, experiencia (pero sin juzgar), entonces estaremos en el camino en dirección de la Paz.

Un mundo lleno de milagros

Montessori decía que necesitamos «un mundo lleno de milagros» para llegar a la paz. Y es verdad, ahora más que nunca, que vivimos la sexta extinción en masa del planeta, no solo por las guerras pero también por la devastación de la naturaleza por una humanidad que tanto con consume.

Mientras haya vida, y que haya niños, podemos realizar estos milagros que decía Montessori. Pero tenemos que humillarnos, es decir, dar voz al Niño, sin preocuparse con lo que dirán los demás adultos. Necesitamos dominar nuestra ira y nuestra tiranía. No escuchar cuándo esos senimientos nos dicen: «te va a subir la chepa, le estás malcriando, mañana será un adolescente rebelde que te va a pegar».

Los niños deben tener libertad, pero con límites. Cabe a nosotros saber ver cuales son los que de verdad importan. Dejar que el niño de 0 a 6 años haga sin necesitar nuestra ayuda, que el de 6 a 12 años piense sin necesitar que le ayudemos a qué pensar. Dejar el adolescente que trabaje para el mundo.

Para este nuevo año que empieza hoy, te invito a reflexionar: ¿Qué adulto eres? ¿Que niño, o que niña, tienes delante de ti, en tu casa, en tu trabajo? ¿Cómo crees que puedes hacer mejor?

Si no sabes la respuesta, no hay problema. ¿Ven conmigo descubrir la respuesta?

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Alessandra Mosquera
nuestrosmomentosmontessori@gmail.com

Alessandra Mosquera es periodista, asistente Montessori AMI 3 a 12 años y educadora de Disciplina Positiva para famílias y maestros formada por la PDA. Vive en Madrid, España, hace 18 años con su marido Ernesto, su hijo Izan y Moon, su perro Jack Russell. Le encanta pasar las tardes viendo una película con sus chicos con una mantita y un bol de palomitas.

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