16 Feb Es dificil ser hijo único en los días de hoy

Tener un solo hijo puede parecer una condena, pero no es verdad. Creo que ser hijo único puede ser una buena oportunidad para desarrollar muchas habilidades, como nos dice la Disciplina Positiva y quiero explicarte que tu hijo no será infeliz de por vida por no tener hermanos.

Primero quiero avisar que este post está siendo editado a 4 de mayo de 2023 y mi hijo tiene 12 años. Cuando escribí este post, él tenía 5 y recebi muchos comentarios. Incluso es uno de los posts con más visitas de este blog. Pensaba en borrarlo porque, después de tantos años, ya había perdido el sentido para mí. Pero cambié de idea y decidí reescribirlo ya que veo que hay muchas madres, en varios países, preocupadas porque sus hijos no tienen hermanos. Basta con leer los comentarios de este post.

El orden de nacimiento importa

En Disciplina Positiva se defiende que conocer las características de los niños (y también de parejas) de acuerdo con su orden de nacimiento puede ayudarnos a comprenderlos mejor. Jane Nelsen, en su libro «Disciplina Positiva», explica que el orden de nacimiento importa. Si comprendemos la importancia de ser el hijo mayor, el mediano o el más pequeño, podemos entender mejor como los niños tienen una percepción equivocada sobre sí mismos.

Comprenderlo nos ayuda a entrar en su mundo. Nuestros niños están siempre tomando decisiones y formando creencias sobre sí mismos, los demás y el mundo. Ellos se comportarán de la manera que acreditan que es necesario para triunfar, basandóse en esas percepciones.

Nelsen dice algo muy curioso: «estar dentro de una família es como estar en una representación teatral». Si tú tienes hermanos, estará de acuerdo que cada uno en tu família parece tener características diferentes. Por ejemplo, puede que exista el hermano que actúa como si fuera uno de los padres, cuidando de los demás hermanos; puede que exista otro que es el eterno bebé y así por delante.

En el caso del hijo mayor, por ejemplo, suele ser responsable, líder, mandón, organizado, competitivo, conservador… por supuesto eso no es una regla para 100% de las personas que nacieron en la posición de hijos mayores, habrá excepciones, somos personas únicas y no se trata de colocar etiquetas a nadie. Pero es algo que podemos observar en muchos casos. Ya el hijo más pequeño, quizás sea el más «mimado» por sus padres e hermanos, pero no significa necesariamente que son manipuladores. Los hermanos más jóvenes suelen ser creativos y cariñosos.

El hijo único

Ya los hijos únicos pueden desarrollar características del hijo mayor o del menor, pero con diferencias importantes. Todo dependerá de cómo los educamos.

Un hijo único que fue educado como si fuera el mayor no sentirá la presión de que alguien amenace su puesto (un hermano más pequeño). Pero eso no significa que no podrá ser perfeccionista, es más, muchos hijos únicos lo son porque no quieren decepcionar a sus padres.

Jane Nelsen conta que los primeros astronautas eran hijos mayores o con características psicológicas de hijo mayor, como por ejemplo, Neil Armstrong, el primer hombre que pisó la luna, no tenía hermanos.

Por otro lado, si consentimos demasiado a un hijo único, de mayor podrá pensar que la vida no es justa cuando no recibe lo que quiere y podrá sentir lástima de si mismo. Es posible que tenga la creencia de que solo es amado si son cuidados por alguien. Por eso es peligroso mimar mucho a un niño, no importa si es hijo único o el más pequeño.

Ser guías de nuestros hijos

Comprender la importancia del orden de nacimiento nos ayuda a conocer mejor a nuestros niños pero lo que debemos tener siempre en cuenta es que somos guías de nuestros hijos. Debemos favorecer su autonomia desde pequeñitos, permitiendóles que coman, se vistan y realicen actividades por si mismos. «Ayúdame hacerlo sin tu ayuda», la máxima del método Montessori durante los seis primeros años de vida de los chicos, es el axioma que debemos tener siempre en mente.

Cuanto a la cuestión de la soledad, ahora que mi hijo está entrando en la adolescencia, creo que es muy relativo. Al largo de los años que escribí este post por la primera vez hasta el presente, vi muchas familias que nos miraban con nostalgia y nos dijeron «ay, qué tiempos aquellos, ¡en que solo éramos tres como vosotros!» Vi muchos hermanos que no se llevan bien para nada, padres y madres desesperados buscando ayuda en clínicas de psicólogos porque no sabían más qué hacer delante de tantas peleas. Y da igual si hablamos de dos hermanos, de tres, de poca o de mucha diferencia de edad entre ellos o de sexos iguales o distintos. ¡La de veces que escuché lo de «no te creas que tener hermanos es garantía de que serán amigos y jugarán juntos»!

En mi caso particular, soy la pequeña de tres hermanos. Somos un varón y dos mujeres. Mis hermanos tienen poca diferencia de edad pero nací muchos años después de ellos. Nuestra relación no es color de rosa pero tampoco es de guerra siempre. Creo que hay mucha romantización en la idea de crecer con hermanos, porque no es garantía de nada.

Cuando decidí ser madre, mi idea era tener al menos dos hijos. Sin embargo, la vida tenía otros planes para nosotros. Cuando llegué a la conclusión que no tendría más bebés sentí un luto muy grande, que me duró años. Por mucho tiempo no podía ver una mujer embarazada o con un bebé que me sentía mal, aunque disimulaba. Muchas veces veía amigas con niños que nacieron en la época en que estaba intentando quedarme embarazada y pensaba: «hoy él o ella tendría su edad». Claro que es una frustración que una siempre lleva. Hasta que un día mi prima me dijo: «deja me pensar en un niño que no existe y mira el que tienes a tu lado y que te quiere con locura». Y es la más pura verdad.

Cuando Izan pasó al instituto, decidimos cambiarlo de colegio para otro más cerca de casa para que pudiera tener amigos y creo que fue la mejor decisión que tomamos. Hoy él tiene amigos en nuestro bairrio, habla con ellos por teléfono, sale con ellos alguna vez al centro comercial y le veo contento. Cuando un niño pide un hermano, la verdad lo que está diciendo es que siente solo y eso podemos solucionar buscando oportunidades para que él haga amigos.

Un futuro sin tribu… ¿será?

Una queja muy común que me llega de madres y padres con quién trabajo es de que el mundo cambió mucho en los últimos años. Nadie juega en la calle más. Ya no existen las pandillas.. Ya no existe la tribu, escuchamos o leemos en redes sociales. Las relaciones cambiaron y son con una pantallita de por medio.

Antes, era una más de las que repetía eso pero ahora creo que nuestros abuelos también tienen de haber dicho lo mismo sobre la generación de nuestros padres. Es común creer que «en nuestra época era mejor». Y seguro que, cuando nuestros hijos sean padres, dirán que nuestros nietos no saben vivir.

Que las relaciones cambiaron eso es verdad, especialmente después de la pandemia, pero no sabemos lo que está por vir. A lo mejor tendremos un futuro mejor y muy distinto de nuestro presente. Puede que aprendamos a utilizar la tecnologia de una manera que aún no imaginamos.

Puede que las pandillas de los años 70 y 80 quedaron para trás pero puede que las relaciones de nuestros niños solo serán distintas. Ellos encontrarán su camino. Y todos, hijos únicos, mayores, medianos y pequeños entrarán en harmonia. Yo lo creo.

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