06 Mar La transición a la adolescencia
Mi hijo, Izan, nació en diciembre. Sus saltos de desarrollo siempre ocurrían en verano, cuando estábamos de vacaciones. Era siempre en este momento que notaba que estaba mayor, y no solo de centímetros. Quizás por estar más tiempo juntos en la piscina, o en nuestros viajes, le veía… mayor. De repente hablaba mejor, conseguía hacer más cosas, como saltar mejor, o entonces hablaba de temas que antes no tocaba.
Ahora estoy observando que desde que empezó el instituto, quizás por estar con chicos mayores en su clase, estoy me dando cuenta de que está a cada día más adolescente. Es como si sus saltos de desarrollo tan usuales en verano decidieron anteciparse.
Señales de que entra en la adolescencia
De repente él asiste a series que antes no le interesaban, empieza a hablar jergas que antes no decía, está más tiempo viendo vídeos en Youtube (y suelen ser shorts, contenido típico de adolescentes). Siento que su adolescencia está a cada día más dentro de casa y su infancia dice adiós.
Pero también hay momentos en que le veo pequeño otra vez. Me pide cariño, me abraza, pide para dormir con él o que le lea algún libro.
Es verdad que no estamos más tan unidos como éramos. Él pasa más tiempo con mi marido ahora. Están siempre jugando a videogames, hablando de fútbol o de otros asuntos más «de chicos».
Entiendo que es normal y es saludable incluso, un chico necesita mucho a su padre (y, en falta de ese, de una figura masculina) cuando está entrando en la adolescencia porque está formando su identidad. Y que bien que está con su padre, que es una persona genial.
La soledad de la madre cuando llega la adolescencia
Pero es verdad que a veces me siento sola. También está coincidiendo con el momento en que entro en la menopausia y son muchas transformaciones ahora mismo en mi vida.
¿Si me da tristeza de que la infancia termine? Sí, me da, un poco.
Vivimos tan intensamente su infancia, hicimos tantas cosas juntos (algunas de ellas puedes leer en este blog), tantas actividades, juegos, libros leídos, conversas… me da pena que acabe porque sé que echaré de menos muchísimo pero es verdad que es algo que no podemos evitar.
La adolescencia vendrá, querramos o no. Y es mejor que venga, porque es señal de que nuestro hijo está con nosotros y es un chico normal.
Por un lado siento algo de tristeza pero, por otro, tengo curiosidad en saber cómo será esa etapa. Una curiosidad buena. No estoy con miedo, creo que hemos sembrado y estuvimos cuidando de esa plantita que es Izan con mucho cuidado, estoy segura de que hemos transmitido buenos valores y que es un buen chico.
Tengo curiosidad por saber cómo será Izan de adolescente, si será divertido, bromista, como fue de niño, o si se transformará en un chico callado y reservado.
Como fui de adolescente
Yo sí fui una adolescente callada y reservada, vivía en mi habitación, no hablaba con nadie, solo con mi hermana. Pero eso pasó porque no tenía una relación muy buena con mi madre. Cuando era más niña, mi madre no hablaba conmigo, solo me daba órdenes. Recuerdo cuando ella estaba en su habitación hablando con mi hermana (ocho años mayor) y yo me acercaba para participar, que ella me decía: «estamos teniendo una conversa de mayores, sal de aqui». Eso me hacía mucho daño y me hizo creer que mi madre no me quería cerca, así que en la adolescencia fui así, pasaba de ella totalmente.
Hablaba un poco con mi padre, con quién tenía mejor relación, pero aun así no mucho. Mis padres eran muy mayores que yo, fueron jóvenes en los años 50 y 60, teníamos una diferencia cultural muy grande y eso fue un abismo entre nosotros durante la adolescencia.
Mi experiencia con mis padres me ha hecho decidir que no quería ser una madre como la mía, que nunca haría mis hijos acreditar que no les quería tratandóles como niños tontos. No quiero que me interpretéis mal, mi madre fue muy presente y muy respetuosa conmigo cuando era pequeña, pero cuando entré al Segundo Plano (6 a 12 años) nos distanciamos, y esa distancia fue todavía mayor en la adolescencia. Estoy segura que fue una consecuencia de lo que vivimos en los seis años anteriores.
Nunca me olvidaré del día que llegué llorando del colegio porque el chico por quién estaba enamorada me había dicho que no le caía bien y mi madre, cuando me preguntó por qué lloraba, al escuchar mi respuesta me dijo «deja de tonterías, eres una niña y no una mujer para enamorarse, tú no sabes nada de lo que es estar enamorada y lo que tienes es de estudiar». Tenía 12 años. Fue la última vez que me sinceré con mi madre, por muchos años.
¿Que madre quieres ser para tu adolescente?
Por eso, cuando digo que debemos nos preparar para la adolescencia durante la etapa del Segundo Plano, lo comento desde mi propria experiencia.
Eso no pasó solo conmigo, tuve amigas que vivieron experiencias similares. Ya adulta, lo vi ocurrir una y otra vez con hijos de familiares, conocidos…
Hoy estamos en una época en que existe mucha información y que es muy fácil, rápido y barato aprender a ser mejores madres y padres. Pero hay tanta gente que no quiere aprender… y no lo entiendo.
La adolescencia puede ser una etapa más o menos difícil de llevar, desde la posición de madres y padres. Eso depende de cómo lo haremos. El camino es la escucha, el respeto, y también aprender cómo es el cerebro del adolescente, cuales son sus necesidades.
¿Te gustaría aprender sobre las características y necesidades de los adolescentes?
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