03 Mar Buscar lo mejor dentro del Niño
Pasamos todo el tiempo quejándonos de nuestro hijo, o de nuestra hija. Si somos profesores, celebramos cuando «aquel alumno difícil» no viene. Es mucho más fácil ver lo que no nos gusta en el otro, que ver lo que sí nos gusta. Te propongo a buscar lo mejor que hay dentro de tu niño/a a partir de ahora y cambiar tu actitud en relación a él (o a ella).
Maria Montessori nos dejó, en el tercer mandamiento de su decálogo:
Concéntrate en fortalecer y ayudar el desarrollo de lo que es bueno en el Niño, para que su presencia deje cada día menos espacio para lo malo
Maria Montessori
Buscar lo mejor en cada uno
Toca tutoría. Vas a reunirte con el tutor de tu hijo ya pensando «a ver que me dirá hoy». Ya lo estás previendo, al fin y al cabo son años escuchando quejas de los profesores. Y al final, se confirma: es que es un niño muy distraído, no se concentra, solo quiere charlar con los chicos, no trabaja bien… y piensas: «es que este niño nunca irá a cambiar, siempre ha sido un pésimo alumno y así será».
Pide a tu hija que ordene su habitación. Está cada día que pasa más parecida con una leonera. La niña te dice: «vale, mamá, lo voy ordenar». Pero ya sabes que ella no lo cumplirá. Así que la amenazas: «si no ordenas esta habitación ya te quito el móvil». Tras unas horas, entras en la habitación y no te sorprendes: ella colocó los peluches debajo de la cama con los pies, estiró la manta sin alisar, y los zapatos siguen tirados en un rincón. «Es que no me escucha», piensas. «Será siempre una desordenada.»
En lugar de castigar, sermonear, amenazar… ¿por que no observa a tu niño, con un boli y un cuaderno? E intenta encontrar algo en que él o ella sí es bueno, de verdad.
Quizás el niño que habla demasiado en clase es un líder que no sabe utilizar su talento. O puede que la niña desorganizada está tan concentrada en el móvil porque le gusta mucho algo: la moda, a lo mejor. Y está con la cabeza muy ocupada en aprender más sobre moda que ahora mismo no puede parar para guardar cosas o arreglar camas.
Dar fuerza a lo que es bueno
Eso no significa que tienes de pasarle la mano por la cabeza. No, no se trata de eso en absoluto. Se trata de utilizar eso en que él o ella es tan bueno para ayudar en la situación que estáis pasando.
Maria Montessori decía que deberíamos reforzar el positivo en nuestro niño de tal forma que así ganaría tanta fuerza, pero tanta, que lo malo, el prejudicial, desaparecería.
Si dices a un niño que no para de hablar y de estorbar, él pensará que solo sabe estorbar. Pero si dices que él es un comunicador y que ese es un gran talento, él acreditará que puede transformar el mundo.
¿Cómo un niño que habla por los codos puede ayudar? Quizás el profesor puede pedir que él haga una presentación en clase de un tema que le guste. O puede que sus padres le graben. ¿A tu hijo le gustaría ser youtuber? Pues aprovéchalo. No hay que colocar en redes sociales, pero grabar un vídeo de tu niño contando cómo se forma los ríos puede ser mejor que hacerle memorizar el libro texto.
La niña que está tan interesada en moda puede crear sus modelitos con la ropa que tiene, pero para eso necesita saber dónde cada prenda está. Así aprenderá a ser organizada motivada por algo que le encanta.
…Y su presencia apagará lo malo
El niño que aprende a utilizar sus dotes comunicativas se sentirá más fuerte, seguro, importante. Ya no será «uno que estorba». Será el que tiene un «superpoder», el de transmitir a las personas. ¿Transmitir qué? Una idea, un conocimiento. Entonces él sabrá cómo canalizar sus ganas de hablar hacia algo, de tal forma, que ya no será aquel chico que interrumpe la concentración de sus compañeros en clase.
La niña interesada en moda aprenderá que para desarrollar su miente creativa es necesario haber orden. Ya no estará más pegada al smartphone mirando fotos sin parar. Ella utilizará el conocimiento adquirido y su poder de crear. Para crear tiene de saber qué tiene, y ya aprenderá por si sola porqué es necesario tener orden.
Al reforzamos lo que es bueno, desaparece lo que es malo. Es así. Solo hay que parar y observar. Tomar apuntes. Y preguntarse: ¿cómo puedo ayudarlo/a a utilizar esa capacidad tan grande que tiene a su favor? Y de tal manera, que, por consecuencia, hará que el desagradable deje de existir.
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