16 Abr Esto también pasará
Ya llevamos más de 30 días confinados por el Covid-19 y la sensación que algunos ya tienen es que parece que eso nunca acabará. En Internet proliferan textos y videos diciendo «cuanto tiempo estaremos confinados» o «cuanto tiempo tardará para el virus desaparezca». Cada uno tiene sus teorías. Pero, de la misma manera que sabemos que el confinamiento terminará, también debemos recordar que este momento con nuestros hijos pasará igualmente.
Quizás ahora te sientas abrumada/o por estar tantos días en casa con tus hijos, que también están hartos. Hay discusiones, peleas entre hermanos, y nuestros ánimos ya no son los mismos de hace 33 días. Nos sentimos ansiosos, tensos, no solo por el virus en si como también por la incertidumbre cuanto a la situación económica del país – y del mundo.
El niño se tranforma todos los días
Puede parecer que todos los días son iguales, y más ahora, cuando estamos encerrados en casa. Todos los días hacemos más o menos las mismas cosas desde que empezó el confinamiento. Y eso ya nos deja desesperados, nerviosos, quizás hasta con depresión. Pero te pido que pare un momento y observe a tu hijo.
Puede que parezca que él es el mismo niño, o la misma niña, de siempre. Con sus pelos de loco, su mirada pícara, su risa… pero si paras para pensar con detenimiento, sabrás que eso no es así. El niño cambia todos los días. Un poco, algunos centímetros más alto, la manera de pensar, de reaccionar, la voz está cambiando a cada dia un poco más (aunque todavía no esté entrando en la adolescencia). Nosotros no nos damos cuenta, pero es así.
Eso es más obvio en los bebés. Recuerdo cuando mi hijo era bebé, estaba siempre tan quieto, dormidito… de repente empezó a mover los bracitos, los pies… y luego ya estaba sentado, luego empezó a gatear… y su rostro, Dios mio, a veces tenia la sensación que a cada día él tenia una carita nueva.
Cuando veo las fotos de cuanto tenia 3 años, 6 años, incluso las fotos del año pasado, me doy cuenta de cómo él ha cambiado. Y si es un vídeo siento una nostalgia enorme al escuchar otra vez su voz de niño pequeño, su risa, que ya están totalmente cambiados.
Otro día estábamos jugando a un juego de mesa, y él me dijo: «papá es un hacker, tú eres pro y yo soy none«, y me quedé perpleja. «Pero quién te enseñó esas palabras?» y él se reía. Recuerdo de mi madre, que decía: «con los niños, cada día es un día distinto».
Es lo mismo que el nacer del Sol. Parece que el espectáculo es siempre el mismo, pero no lo es. Porque cada día hay una temperatura, cada día hay más o menos nubes, o es el ángulo que cambia.
El niño vive el presente
Estoy leyendo en las redes sociales y en los periódicos de lo cuanto los niños están comportándose bien en este confinamiento, que son nuestros maestros, porque lo llevan mejor que nosotros. Algunos dicen que son héroes. No sé si son héroes, pero sí son nuestros maestros. Podemos aprender mucho con los niños durante este confinamiento.
Estamos desesperados porque los días son iguales, porque no hay seguridad de nada, porque a cada día tenemos una nueva noticia, porque no sabemos que pasará con nuestros empleos. Queremos ser productivos, aprovechar ese tiempo en casa para hacer algo útil, leer, hacer cursos, limpiar la casa a hondo… aprendemos que hay que ser productivos, y eso ahora nos deja desesperados.
Pero lo que el niño puede enseñarnos en este confinamiento es a vivir el tiempo presente. Él y ella saben que el tiempo siempre cambia, al contrario de nosotros, que decimos «todos los días son iguales». Los niños nos llaman constantemente para ser, estar, para ver. Nosotros no conseguimos, tenemos que siempre producir.
Mamá, mira! Mira que hice! Mira que acabo de leer!
Después, hijo, ahora estoy ocupada (muchas veces, con los ojos en la pantalla del móvil).
Si observamos a nuestros hijos, no solo les conoceremos mejor, no solo descubriremos como podemos ayudarlos a ser más felices, pero también descubriremos como ser más felices nosotros mismos. Los niños pueden hacer que renazcamos, si sabemos ver.
El niño que ama despierta, no solamente en la mañana, al padre y a la madre, que muy frecuentemente se duermen en la vida. Todos tenemos la tendencia a dormirnos sobre las cosas y hace falta un ser nuevo que nos despierte y nos tenga atentos con maneras que no sean nuestras, alguien que actúe de manera diferente y cada mañana venga a decirnos: «mira, hay una vida mejor, aprende a vivirla.»
Maria Montessori – El Niño en Familia
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