30 Ago La educación para la paz, el mensaje de Montessori
Entre todos los pilares del método Montessori – ambiente preparado, adulto preparado, niño equilibrado, autoeducación, educación cósmica y educación para la paz – ésta última quizás sea la más revolucionária. Y también es el mensaje que la doctora nos dejó al final de su vida, aquel que ella deseaba que jamás nos olvidarámos.
Maria Montessori defendía que solo la educación puede ayudar en la construcción de la paz. Porque la paz vendría de la mano del Niño. Solamente el Niño puede salvar al Hombre. Pero para llegar a eso, hay que pasar por la educación para la paz.
La educación para la paz
En su libro «Educación y paz», una serie de ponencias realizadas por la doctora Montessori que fueron reunidas en este volumen, ella nos dice que actualmente lo que pensamos ser la paz es, nada mas y nada menos, que la ausencia de la guerra. No es la paz verdadera. Porque la guerra destruye todo, personas, animales, vegetaciones, monumentos… es como un incendio en un museo con cosas muy valiosas y hermosas. La guerra destruye la obra del hombre.
Lo único que puede guiarnos en dirección de la verdadera paz es el Niño, porque es él que está en contacto con ella. El Niño es el constructor del Hombre. No podemos esperar que la paz venga de otros adultos, de políticos o gobernantes. Esos solo pueden dar treguas en la guerra, nada más. La paz, que sería la armonía absoluta entre todos los seres vivos, viviendo su plan cósmico, solo es posible a partir del Niño.
¿Y como el Niño puede hacerlo? Pues por medio de la educación para la paz, una educación pensada en el niño como protagonista, en que respetamos sus ritmos y confiamos en su maestro interno. Una educación que da la libertad necesaria el niño. Una educación dentro de la cooperación, sin comparaciones, competitividad… donde todos los niños son tratados como seres importantes y únicos.
El Niño es, a la vez, una esperanza y una promesa para la humanidad
Maria Montessori – Educación y Paz
La educación de hoy
Maria Montessori es una crítica voraz de la educación tradicional. En su libro «Educación y Paz», ella nos dice: «la educación ha quedado muy rezagada con respecto a las necesidades contemporáneas. Para utilizar una analogia relacionada con el tema, se podría decir que la educación se ha quedado en el nivel del arco y flecha comparada con los armamentos actuales» (y eso que ella lo declaró en un discurso de 1937).
O entonces: «a los alumnos se les enseña a no brindarse ayuda entre ellos, a no soplarle la respuesta a los compañeros que no la saben, sino a preocuparse sólo con sí mismos, por aprobar exámenes y por ganar premios compitiendo con otros alumnos. Y estas pobres criaturas egoístas (…) cuando llegan a la adultez se encuentran como si fueran granos de arena desparramados individualmente en el desierto«.
Además de criticar la educación, ella también critica la sociedad: «el género humano ha experimentado grandes progresos exteriormente pero no interiormente». Afirma que el hombre tiene de todo, mucho más que el hombre de otras eras – tenemos agua en casa, luz eléctrica etcétera- pero somos infelices. «El hombre posee mucho más de lo que sabe y mucho más de lo que puede disfrutar. Debe aprender a apreciar lo que tiene.»
La única solución delante de ese cuadro es el surgimiento de una nueva educación, donde el niño puede escuchar su individualidad y realizar su trabajo con libertad. Al adulto cabe proteger y permitir que ese niño desarrolle su trabajo.
Cuando me refiero a «niño» no es solo los de 2, 3, 6 o 10 años de edad. También entran ahí los adolescentes. Maria Montessori decía que los chicos pasan años estudiando en el colegio y cuando por fin logran recibir su titulo, no saben nada de la sociedad, y en cima les exigimos que elijan una profesión, sin nunca haber probado nada en su momento – que, como la misma doctora nos decía, sería a partir de los 12 años aproximadamente, cuando empieza el tercer plano de desarrollo y el chico o la chica debería realizar un trabajo remunerado para sentirse útil y buscar a que desea dedicarse.
La supranaturaleza
Pero ni todo va sobre el niño, también el hombre debe reconocer su papel en el Universo. No se trata de volver a vivir como siglos atrás y renunciar a todo el progreso que llegamos. Es necesario que el hombre comprenda que su trabajo es de transformar la naturaleza, creando así una supranaturaleza, y su mayor riqueza es su inteligencia.
El hombre es un trabajador: aprendió a hacer fuego, inventó la escritura, modos de transporte, como llevar agua a las casas, Internet… su trabajo crea, así, una naturaleza mayor, de ahí el término supranaturaleza.
«La educación no sólo debe proteger la personalidad, sino fundamentalmente orientar al hombre en su búsqueda de los tesoros que le garantizarán una existencia feliz; tales tesoros son la inteligencia de la humanidad y una personalidad normal. No podemos desperdiciar ni un gramo de de esa fortuna; debemos almacenarlo como en el pasado se almacenaron las riquezas de la Tierra», dice Montessori. «Lo que necesitamos es una educación que forme una personalidad capaz de reconocer la grandeza del hombre».
En tiempos de pandemia, guerras que no terminan en Oriente Próximo y África, hambruna y miseria en varias partes del mundo y provocaciones mutuas entre potencias mundiales, la idea de la educación para la paz es urgente.
Este es el sexto post de la serie que Nuestros Momentos Montessori está publicando al largo de esta semana y que culminará el lunes 31 de agosto, el día en que se celebrará en todo el mundo los 150 años del nacimiento de Maria Montessori. Si no has leído los posts anteriores, os dejo aquí abajo:
Maria Montessori: quién fue esa mujer extraordinaria
Que son las tendencias humanas en Montessori
Que son los cuatro planos de desarrollo de Montessori
Ambiente preparado, adulto preparado y niño equilibrado: el triángulo Montessori
La educación cósmica, uno de los regalos de Maria Montessori a la humanidad
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