niño en la playa jugando con arena

El «niño inmaduro» era un niño desalentado

Uno de los posts que más tengo visitas en este blog es sobre los niños inmaduros, un texto que escribí quando Izan tenía 5 años creo recordar y estaba muy enfadada y necesitaba desahogarme. Era una protesta contra sus profesores y un sistema educativo en que prima por la excelencia y deja de lado los niños que necesitan más atención. Pues hoy vengo a contaros el resultado de aquel niño inmaduro, que un día nos dijeron que sería «carne de fracaso escolar».

Recordando: los años de Infantil y Primaria

Mi hijo fue escolarizado a los 21 meses de edad. Estuve con él en exclusiva hasta esa edad, cuando fui obligada a volver a trabajar porque mi marido había sido despedido en un ERE. Decidimos apuntarlo a una escuela infantil cerca de casa que era partidaria de los estilos pedagógicos libres, como Montessori, Waldorf etc. No era una escuela Montessori exactamente pero la direción y la educadora infantil conocían el método y se inspiraban en él en su trabajo.

Fue una experiencia muy buena porque Izan fue tratado con mucho respeto desde el principio. Para que tengáis una idea, mi marido, que fue la persona que hizo la adaptación (yo tenía de trabajar en la otra punta de Madrid), estuvo meses presente en el ambiente, con los niños, hasta que Izan se sintiera seguro de estar sin él.

Cuando Izan llegó a los 3 años entonces le apuntamos al colégio donde, a principio, él estudiaría para siempre (hasta llegar a la Universidad). Es un colegio concertado en Madrid donde mi marido también estudió y le gustaba mucho, tenía buenos recuerdos, pero claro, los años habían pasado y el colegio estaba cambiado.

Izan desde el principio sufrió para adaptarse, pasó meses apegado a las piernas de la educadora y no hacia amigos. Creo que le chocó la manera que hicieron la separación «a pelo» de nosotros, como le quitaron el pañal literalmente de la noche a la mañana, y como habían muchos niños, muchos (él estaba acostumbrado a un grupo pequeño).

Llegó, con dificultad, a hacer amigos, pero desde el momento cero escuchamos que él era un niño muy inmaduro y que eso le traría problemas cuando estubiera en primaria.

Además él se volvió muy inseguro, decía que sus dibujos estaban siempre «fatal», una palabra que mi marido y yo no usamos, pero sí su educadora estaba siempre diciendo a los chicos. En fín, salir de una escuela infantil respetuosa para entrar en un colegio grande donde el respeto brilla por su ausencia, acontece eso.

Llegamos a primaria y fue cuando el tutor nos llamó para decir que Izan posiblemente era disléxico porque no conseguía aprender a leer. Nos recomendó que buscarámos una logopeda privada. Recuerdo que me dijo textualmente: «por favor, busquéis ayuda vosotros, porque ya tengo demasiado con ese», haciendo un movimiento con la cabeza para indicarme a un niño de la clase de Izan que era autista.

Al largo de los años, había quejas de falta de atención, que él no seguía el ritmo… llegamos a pedir ayuda al departamento de psicopedagogia del colegio, porque desconfiamos de que él podria ser un niño de altas capacidades, una sospecha que levantó un amigo de nuestra familia que es psicólogo. La respuesta que recibimos fue que, si Izan era altas capacidades, disléxico o TDAH, pues que nos buscáramos la vída. «No podemos evaluar a su hijo. Eso es responsabilidad de psicólogos.»

Busqué centros especializados en diagnósticos de necesidades especiales, pero pedían 1000 euros solo para empezar el proceso de tests, algo que no podíamos pagar. Decidimos ayudar a Izan como podíamos, acompañando en los deberes y a la hora de estudiar para los exámenes.

«Es un niño muy inmaduro»

Al largo de los seis años en primaria, cuando teníamos tutoría, escuchábamos la cantinela: «es que Izan es muy inmaduro». Claro, es un niño que nació en diciembre y estaba en un grupo con muchos niños de enero, febrero, marzo… vamos, era casi como tener compañeros un año mayores, algo que en primaria se nota mucho la diferencia. Hasta al final del ciclo fuimos advertidos, en tono de miedo, de que Izan no estaba preparado para pasar a secundaria, que iba pasarlo muy mal y que podría ser un caso de fracaso escolar.

Es importante decir que Izan nunca suspendió ningún año. Sacaba notas malas, pero se recuperaba. Siempre fue un alumno muy querido por sus profesores, uno de los cumplidos más comunes sobre él era: «es un niño muy trabajador», a parte de educado, respetuoso con profesores y compañeros, pero que no seguía el ritmo.

Muchas veces en nuestro afterschooling lo que veía en Izan era un chico que no tenía ganas de aprender porque creía que no era capaz. «¿Para qué hacer esto si no puedo, no me sale?» decía muchas veces. ¿Niño inmaduro? Yo diría niño desalentado, eso sí.

Comenté sobre eso con su tutor, que solo me dijo que sí, bueno, era muy tímido y inseguro, y «hay que trabajar eso», en un tono de, «trabajáis vosotros, porque yo ya tengo lo mío».

En secundaria: el niño desalentado

Cuando empezamos la secundaria, en otro colegio (decidimos sacar a Izan del cole donde estaba por varios motivos, pero uno de los que más pesó es que no estaban ayudándole), nos tocó una tutora. Ella nos llamó para una tutoría en privado, porque luego al principio del año las notas de Izan eran pésimas, y en todas las asignaturas. Ella nos comentó que él era un chico «muy niño aun», y que sí se despistaba, no participaba en clase, y sus notas estaban muy malas.

Contamos toda la odisea de las etapas de Infantil y de primaria. Para ella, Izan no creía en sí mismo y debíamos trabajar su autoestima. Ella nos prometió ayudar. Nosotros también nos comprometimos de hacer nuestra parte, criando unas rutinas de estudios y enseñar al chico a organizarse.

Nos pusimos a trabajar con él nosotros todos – profesores, direción y familia. En caso de que no fuera posible evitar la reprobación, que al menos cuando llegara el momento él no recibiera como una losa, como una sentencia de «es que no valgo para nada».

Fue difícil, tuvimos de estudiar con él, especialmente mi marido, que se dedicó todas las tardes a hacer repaso de todo que Izan habia estudiado al largo del día. Hasta compró una pizarra con rotafolios para hacer esquemas de estudio. Al mismo tiempo, Izan fue evaluado por el departamento de psicopedagogia del instituto, donde se llegó a la conclusión que él puede tener TDAH sin el componiente de hiperactividad. Estamos a espera del diagnóstico de un neurológo infantil, cuando la Comunidad de Madrid nos permita por fín marcar una cita, algo que llevamos meses esperando, pero es otro tema.

El instituto colocó las adaptaciones, mismo sin tener un diagnóstico oficial, y también foi autorizado que él pasara de sección a programa, es decir, de recibir las clases de biologia, geografia e historia en inglés para tenerlas en castellano.

En casa, seguimos con unas rutinas de estudio para ayudarle a recuperar las notas, pero no solo por las notas en sí, pero porque queríamos que él aprendera a ser responsable y que lograra a ver lo que nosotros sí podíamos ver, pero él no: de que era un chico inteligente, capaz y que el trabajo da resultados.

Hoy acaban las clases de su primero año de ESO y fue recibir sus notas. Aprobado en todas las asignaturas, menos en matemáticas. Su tutora le dió un diploma especial, como un regalo simbólico, para darle la enhorabuena por su esfuerzo al largo del año.

Últimas palabras

Yo, como madre, solo quiero decir tres cosas:

La primera, que muchas gracias a los profesores que DE VERDAD nacieron para ser profesores, que tienen vocación, que están comprometidos con su profesión y sus alumnos. Y muchas gracias al equipo docente del instituto de mi hijo. No diré su nombre por una cuestión de privacidad, pero es un instituto público. Es increíble como, en un año, un centro de enseñanza público hizo más por mi hijo que un colegio concertado, que tuvo 9 años para hacer.

La segunda: nunca dudes de un niño. Yo siempre supe que mi hijo no era «carne de fracaso escolar», no era un perezoso o que había tirado la toalla, como escuché en su antiguo colegio. Él era un chico desalentado, con una insuficiencia aprendida de caballo, que llevaba desde Infantil. Nosotros, como padres, hicimos lo que podimos, pero solo conseguimos ver resultados cuando los profesores y la direción también se involucraron. Solo la família no puede, señores. Hay que haber una unión de los dos lados.

La tercera cosa que quiero decir es: nunca dudes de una madre. Porque las madres siempre lo saben. Lo que pasa es que no son escuchadas, no son llevadas en cuenta. Son solo «mujeres». «Madres». En el sentido peyoractivo de la palabra.

Entonces, si tú eres una de las personas que leyó mi texto sobre el niño inmaduro y te sentiste identificada… hay esperanza. 🙂

¡Felices vacaciones de verano!

Alessandra Mosquera
nuestrosmomentosmontessori@gmail.com

Alessandra Mosquera es periodista, asistente Montessori AMI 3 a 12 años y educadora de Disciplina Positiva para famílias y maestros formada por la PDA. Vive en Madrid, España, hace 18 años con su marido Ernesto, su hijo Izan y Moon, su perro Jack Russell. Le encanta pasar las tardes viendo una película con sus chicos con una mantita y un bol de palomitas.

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